La guerra civil española: Una guerra sin ganadores

Originally submitted: April 2022

This essay examines the causes of the Spanish Civil War and takes a critical approach to identifying who - if anyone - can call themselves the winners of this brutal chapter of Spain's history; a chapter which still lurks in the shadows, breeding hurt and polarisation.

This is the first full-length research essay I have written in Spanish. I really enjoyed working on it, and I'm proud of the result.

To make this content more accessible, I hope to append an English translation when I have time. You could use the in-browser Translate option if you have one, but be aware that the translation quality is quite poor, and it even skips over entire chunks of text and leaves sentences unfinished.


Introducción

450.000 exiliados; 500.000 muertos durante y unos 170.000 después (Ramírez, 2019). Este es el costo humano estimado de la guerra civil española, pero ¿para qué sirvió? O, mejor dicho, ¿para quiénes sirvió? Esto es lo que voy a analizar en este ensayo. Comenzando por aclarar quiénes participaron en la guerra y para qué lucharon, luego discutiré cómo la proclamación de vencedores y vencidos no es tan blanco y negro como parece. Por último, argumentaré que sí fue una guerra sin ganadores, porque es una guerra que aún no ha terminado.

El duelo

Típicamente los participantes en esta guerra están divididos entre dos bandos: los republicanos y los nacionalistas. Pero este duelo tiene sus raíces en otra rivalidad – esa de las “zafias masas” contra la burguesía (Louzao Villar, 2021, p. 15). En los años después de la Primera Guerra Mundial se vivieron grandes avances sociales en ámbitos como los medios de comunicación, la urbanización, y por supuesto la industrialización (Louzao Villar, 2021). Tales avances contribuyeron a la movilización de las masas. Como escribió el filósofo José Ortega y Gasset, “Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Ese hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social” (1929, como se citó en Louzao Villar, 2021, p. 16). Personalmente yo diría que fue para bien (o al menos, lo debería haber sido) ya que, a mi juicio, la política debería ser representativa.

Sin embargo, la esperanza de las masas chocó con el comportamiento “bélico y agresivo” que todavía dominaba la escena política (Louzao Villar, 2021, p. 17). Aunque partidos como el Frente Popular lograron ser elegidos, tales democracias “generaron dinámicas de división, inestabilidad parlamentaria y deslegitimación cotidiana —cuando no la deshumanización— del adversario político” (Louzao Villar, 2021, p. 17). En medio de todo esto, el fascismo estaba ganando tracción entre la burguesía, quien se sentía inquieta ante la falta de control.

Los fascistas a menudo “se aprovecharon de la crisis política para acceder al Gobierno” (Louzao Villar, 2021, p. 18); y eso es exactamente lo que hicieron los nacionalistas tras el asesinato del político conservador José Calvo Sotelo por la República. Me pregunto si había alguien quien realmente creyera que esta táctica de tomar el control saldría sin problemas. Reconozco que el gobierno de la República no estaba funcionando bien, pero a mi parecer, fue principalmente debido a problemas iniciales con el sistema democrático que podrían haber sido resueltos mediante el mismo sistema. Alguien que recurre a medios ilegítimos y violentos para salirse con la suya es, sin duda, intolerante, y condenado a repetir tal conducta indefinidamente.

Esta cita del dictador Franco menciona el asesinato y establece las motivaciones de los nacionalistas – en otras palabras, para qué luchaban:

Este crimen de Estado conmovió a España; no cabían las sumisiones, acatamientos, ni esperanzas. La revolución comunista, fomentada desde las alturas del Poder, había estallado, y el Ejército, haciéndose intérprete del sentir de todos los españoles honrados, en cumplimiento de su sagrado deber para Dios y para España, decidió lanzarse a su salvación ... El Ejército, secundado por el pueblo y las milicias, se alzó contra un Gobierno anticonstitucional, tiránico y fraudulento, y cumpliendo lo que preceptúa nuestra ley constitutiva castrense, se erige en defensor de la Patria, defendiéndola de sus enemigos exteriores e interiores.

Por otro lado, las motivaciones de los republicanos se describen en un discurso que el entonces primer ministro Juan Negrín dio a las Brigadas Internacionales:

Nosotros tenemos un deber que cumplir y es el de conseguir para España un porvenir nuevo, más humano y progresivo. Y lo cumpliremos. Pueden caer diez, cien, mil; pero cuando un pueblo quiere vencer, no sucumbe jamás y vence, aun a costa de los mayores sacrificios. Camaradas combatientes, amigos y hermanos: ¡Viva la República!

Con estas citas, es muy evidente que ambos bandos se creían los salvadores de España. Pero cada uno tenía una visión diferente para España, y ninguno estaba dispuesto a ceder.

Los vencedores y los vencidos

Aunque en la gran mayoría de las fuentes se refieren a los nacionalistas como “los vencedores” y a los republicanos como “los vencidos”, no creo que la conclusión sea tan sencilla.

Por un lado, tenemos ese mensaje de Franco que supuestamente puso fin a la guerra: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado" (1939, como se citó en Ramírez, 2019, párr. 24). Aunque nadie podía discutir con la declaración del dictador – aunque quisiera – en mi opinión es evidente que una victoria militar no equivale a una victoria popular. Tantos republicanos celebraron ese anuncio de Franco, obviamente no porque querían que ganara, sino porque querían la paz. Pero como escribe Ucelay Da Cal, “es por la manera que los mensajes de propaganda a favor de la causa republicana entroncan con la tradición europea sobre España que la República gana la guerra por la opinión pública y la ha seguido ganando –a pesar de la derrota militar” (1990, p. 33).

Es por ese medio – la propaganda – que ambos bandos intentaron hacerse la víctima durante la guerra, afirmando que su bando estaba siendo atacado injustamente por el otro, y que su bando era el que realmente quería salvar a España (Langa Nuño, 2000). Esto es evidente en el ejemplo de Guernica, cuando los nacionalistas insistieron que “Son los separatistas los que han incendiado Guernica, con una morbosa perversidad de sacrílegos” (de la Serna, 1937, como se citó en Langa Nuño, 2000, p. 189). Ucelay Da Cal afirma que el impacto del uso de propaganda fue tan grande que “las principales interpretaciones de la Guerra Civil son todavía substancialmente las mismas valoraciones políticas que fueron puestas en circulación por los aparatos de propaganda rivales en plena contienda” (1990, p. 24). Esto me llamó la atención porque a mí me indica un rechazo a llegar a un acuerdo y convivir.

A ese respecto, al leer los comentarios en los artículos sobre la guerra, me di cuenta de algo: la guerra aún continúa de alguna manera – salvo que ya no es bélica, sólo ideológica. No importa quién crees que ganó o que debería haber ganado; es claro que ambos lados aún creen estar en lo cierto. Después de todo, como escribe Preston, “Por detrás de la retórica de la unidad nacional y social, hasta la muerte de Franco todos los esfuerzos se centraron en mantener la división entre vencedores y vencidos” (2011, secc. 38). Sostengo que esta división ha permanecido incluso después de su muerte hasta el día de hoy debido a mecanismos como el pacto del olvido, el cual discutiré en la siguiente sección.

La eterna guerra ideológica

Hasta ahora, me he enfocado en la división entre los dos bandos como la fuerza impulsora de la guerra. La verdad es que esto me parece algo maniqueo, ya que pasa por alto la variedad y la complejidad dentro de los grupos involucrados. Dicho eso, esta simplificación sirve para situar la guerra en un contexto mundial – ese de “fascistas contra socialistas”, “conservadores contra liberales”, y así sucesivamente. Demuestra que esta división es algo de la cual todo el mundo sufre, no sólo España. Sin embargo, creo que los españoles se diferencian por relacionarla con esa parte de su historia tan grave y dolorosa, de la cual aún no han podido curarse.

Pongo como ejemplo la guerra de las esquelas de 2006, 70 años después del inicio de la guerra civil (Fernández de Mata, 2009). Empezó con la publicación de una esquela en El País dedicada a los que murieron a manos del ejército nacionalista (Fernández de Mata, 2009). En respuesta, esquelas dedicadas a “víctimas de la represión republicana” aparecieron en diarios más conservadores (Fernández de Mata, 2009, p. 98). Como afirma Fernández de Mata, este intercambio demuestra “un duelo inconcluso” (2009, P. 117). Franco se equivocó – la guerra no ha terminado. Los deseos y desacuerdos de cada bando siguen vivos en sus descendientes, sólo que les ha faltado una manera de confrontarlos.

A mi parecer, hechos como la guerra de las esquelas y las innumerables guerras de comentarios son métodos necesarios para pasar página, debido a que el proceso de luto fue sofocado por la dictadura y luego por el pacto del olvido. Ese mismo pacto – un “acuerdo tácito y colectivo de la gran mayoría del pueblo español de renunciar a cualquier ajuste de cuentas tras la muerte de Franco” (Preston, 2011, secc. 2) – básicamente puso en pausa cualquier oportunidad para superar los hechos y los sentimientos, en cambio, dejándolos fortalecerse en el silencio.

Sin embargo, está siendo revocado poco a poco por “la recuperación de la memoria histórica”, que sirve “para investigar, para demostrar y para recordar lo que realmente fue la Guerra Civil española” (Preston, 2011, secc. 2). No hace falta decir que es una empresa bastante difícil y polarizadora, pero yo la veo como algo completamente necesario. Aunque algunos la ven como una manera de alargar el sufrimiento y el desacuerdo, estoy de acuerdo con Preston cuando manifiesta que “la Guerra Civil nunca dejará de ser un fantasma en el banquete de la democracia hasta que se hayan desahogado los resentimientos y los odios asociados con ella” (2011, secc. 2).

Conclusión

La guerra civil española no tuvo ganadores, porque su causa aún no ha sido resuelta. Eso no quiere decir que hay que elegir un ganador para poder terminarla, sino que debemos examinar sus raíces y sus repercusiones para entender cómo seguir adelante juntos en vez de divididos.

Entonces, ¿para qué y para quiénes sirvió la guerra? Pues, se podría decir que sirvió a los nacionalistas ya que ellos lograron establecer su dictadura, pero la caída de ella sirvió como prueba de que no era el camino correcto para España. Por tanto, demostró cómo no se deberían resolver los desacuerdos políticos. Siempre habrá desacuerdos, pero hay que llegar a un compromiso, no recurrir a la fuerza – no importa cuánto tiempo tarde.

Referencias

Amorós, M. (2014). 75 años después: Las claves de la guerra civil española. Penguin Random House España.

Fernández de Mata, I. (2009). In memoriam… esquelas, contra-esquelas y duelos inconclusos de la Guerra Civil Española. Historia, Antropología y Fuentes Orales, 42, 93-127.

Langa Nuño, C. (2000). Los civiles como víctimas de la guerra y de la propaganda. El ejemplo de la Guerra Civil Española (1936-1939). Ámbitos, 3(4), 181-194.

Louzao Villar, J. (2021). La Guerra Civil española para dummies. Wiley Publishing, Inc.

Preston, P. (2011). La Guerra Civil Española: reacción, revolución y venganza. Penguin Random House España.

Ramírez, C. E. (1 de abril de 2019). 28 datos sobre la guerra civil española que todos deberíamos saber. El Huffington Post. https://www.huffingtonpost.es/2016/07/14/datos-guerra-civil_n_10989046.html

Ucelay Da Cal, E. (1990). Ideas preconcebidas y estereotipos en las interpretaciones de la Guerra Civil española: el dorso de la solidaridad. Historia Social, 6, 23-43.